La Historia de la Evolución Socialista
La cultura política convencional ha
determinado que la radicalización política e ideológica del Partido Socialista
de Chile (PS) desde mediados de la década de 1960, fue producto del triunfo de
la Revolución Cubana, sin duda, esta gesta tuvo influencias, pero en lo
fundamental, el proceso se inicia con mucha antelación, está vinculado a la
crisis del socialismo chileno en la segunda mitad de la década de 1940,
producto de la participación en coaliciones de gobierno que tuvieron como eje
el centro político, al Partido Radical. También contribuyó a ello el deterioro
del apoyo popular y, tal vez decisivamente, la participación de un segmento de
los divididos socialistas, en la coalición que eligió Presidente de la
República a Carlos Ibáñez del Campo en 1952, y a su frustrante participación en
los primeros 18 meses de su gobierno populista.
Un factor adicional que determinó el
giro a la izquierda de los socialistas, fue la aguda crisis de mediados de la
década de 1950, con su correlato de deterioro social y económico, y con el
amplio consenso en torno a la necesidad de reformas estructurales para su
superación, lo que para el PS crecientemente sólo era posible concretar a
través de un proceso revolucionario.
Es más, es posible plantear que los
antecedentes ideológicos remotos de la radicalización se encuentran en los
contenidos del Programa de 1947, redactado por Eugenio González Rojas, en el
momento más agudo de la primera gran crisis partidaria.
Este trabajo se sustenta sobre la
bibliografía básica acerca del socialismo chileno, y sobre documentos
partidarios impresos, en particular con las resoluciones de los congresos
realizados entre 1957 y 1967, y con entrevistas a algunos militantes que
tuvieron responsabilidades de dirección nacional en las décadas de 1960 y 1970.
En el XVI Congreso General
Ordinario, realizado en Valparaíso en octubre de 1956, los Socialistas
Populares comenzaron a apartarse decisivamente de lo que había sido la
"política socialista" de alianzas y también a perfilar más claramente
el carácter de la revolución, comenzando a transitar por el camino que les
llevaría a adoptar la opción insurreccional a mediados de la década de 1960.
Para 1956 consideraban agotada la experiencia de los frentes con los partidos
burgueses; ello no constituía una sorpresa, pues ese tipo de alianzas había
llevado al Partido no sólo a una profunda crisis a mediados de la década de
1940, sino virtualmente al borde de su extinción4.
De otra parte, el desencanto luego de su experiencia populista en la
candidatura presidencial y en los primeros meses del segundo gobierno de Carlos
Ibáñez, era un argumento adicional para terminar con las alianzas más allá del
ámbito de los partidos obreros.
Desde todo punto de vista, había
llegado:
"la hora de endurecer la lucha,
definiéndola tras objetivos revolucionarios, a tono con las aspiraciones de
clase de los trabajadores y en tal sentido, únicamente un frente de partidos
obreros y la CUT, Un Frente de Trabajadores, podía conducir adelante, sin
claudicaciones, una política de clase, bajo la consigna "Revolución o
Miseria" proclamada en el XVI Congreso General del PSP.
Detrás de ese giro era posible
identificar la vigencia al interior del Partido de ideas trotskistas acerca de
la naturaleza de la revolución socialista en los países atrasados, la que
rechazaba cualquier rol que la burguesía nacional pudiese tener en el proceso
revolucionario tanto por su debilidad, como por sus estrechos vínculos con la
oligarquía terrateniente y el imperialismo.
En la preparación del Congreso XVII,
la Comisión Política del Congreso de Unidad planteó que existía "la
imposibilidad dentro del actual sistema legal, político e institucional, que
favorece a las fuerzas sociales regresivas, de promover un efectivo desarrollo
de la democracia y el progreso social ... y denunció los efectos disociadores,
corruptores y enervantes de la acomodación de los partidos revolucionarios al
juego político e institucional de la democracia burguesa, lo que les ha
impedido aprovechar las oportunidades que franquea ese sistema para acelerar el
avance hacia los objetivos del socialismo".
Las conclusiones del Congreso, por
su trascendencia para la política del Partido en los diez años siguientes,
hacen necesario reproducirlas de manera extensa. En ellas se encuentran los
fundamentos del recorrido que el Socialismo chileno haría hasta el
"Congreso de Chillán" en 1967:
"Ante este panorama de la
realidad nacional, el socialismo chileno confirma su oposición irreductible al
régimen existente en el país en todos los planos y proclama su voluntad de
dirigir a todas las fuerzas sociales interesadas en su superación en una común
empresa política destinada a edificar un nuevo orden social, capaz de asegurar
nuestro desarrollo productivo y de crear las condiciones para una convivencia
social justa, democrática y progresiva, encaminada hacia el socialismo
Afirma que su convicción de que el
desarrollo social y económico de Chile, la experiencia sindical y política de
la clase obrera, su gravitación potencial en el país y el desenvolvimiento
paralelo del pensamiento socialista, le confieren a esta clase en la medida en
que tome conciencia de su papel revolucionario, un sitio de vanguardia en el
campo de los adversarios del régimen, y le convierte en el agente fundamental
de su transformación".
De las consideraciones anteriores,
se desprende que un solo y vasto Frente de Trabajadores, manuales e
intelectuales, bajo el comando y la hegemonía de la clase obrera e inspirado en
la ideología socialista, podía ser capaz de alterar el "status quo"
nacional, proponiéndose abiertamente la toma del poder, como único medio de
realizar consecuentemente sus aspiraciones.
Para entonces una parte importante
del socialismo chileno estaba convencido de que sólo se podían resolver las
contradicciones internas fundamentales de la estructura social, si el poder
político era conquistado por la clase trabajadora y sus partidos
representativos. En la lucha por el socialismo, la cuestión decisiva era, pues,
la conquista del poder político, ya que era imposible lograr una transformación
estructural de la sociedad, si las clases privilegiadas mantenían el poder de
sus partidos y si este poder no pasa a manos del pueblo y las organizaciones
que lo representan.
Dos años más tarde, con ocasión del
XVIII Congreso, realizado en Valparaíso, los Socialistas fueron más explícitos
aún en cuanto a su política, y se impusieron dos líneas de acción política que
habrían de tener un fuerte impacto acerca del carácter del Partido por un lado,
y respecto de su accionar en el sistema político, por otro. Todo ello quedó
plasmado en las resoluciones 4ª y 5ª. La primera de ellas planteaba la
necesidad de llevar la discusión política al seno de los trabajadores y
especialmente de los campesinos, hasta formar conciencia de papel
revolucionario que deben jugar en la pugna social. La segunda, rechazaba la
práctica de alianza o entendimientos con partidos ajenos al Frente de Acción
Popular, a excepción de la acción parlamentaria, a menos que razones de gran
trascendencia para la vida del Partido y del movimiento popular así lo exijan y
sólo en carácter absolutamente transitorio y con objetivos concretos, en el
entendido de que no comprometan la línea política del Partido y sus objetivos
de clarificación ante la masa.
Para los Socialistas la nueva
política de alianzas de ningún modo significaba hacer concesiones con el fin de
mantener la unidad; al respecto la resolución número 3 planteaba que era necesario:
"Alimentar la discusión
fraternal y respetuosa entre los aliados del FRAP en aquellos puntos de su
política nacional e internacional en que no haya acuerdo, hasta lograr que el
entendimiento llegue y la unidad se fortalezca".
Esta postura de los Socialistas
habría de tener importantes manifestaciones en ásperas polémicas con la
dirección del Partido Comunista de Chile, desde mediados de la década de 1960,
con relación a la derrota de Salvador Allende en la elección presidencial de
1964, al cisma chino-soviético, las vías de la revolución, y en 1968 con
ocasión de la invasión a Checoslovaquia de las fuerzas del pacto de Varsovia
que determinó el fin de la "primavera de Praga".
El camino de la radicalización
socialista continuó y se acentuó en la medida en que las contradicciones que
enfrentaba el país en todos los ámbitos de su poder se agudizaban. Cuenta de
ello es el análisis de Raúl Ampuero en el artículo "Reflexiones sobre la
revolución y el socialismo", en el que en primer lugar
proclamaba su adhesión al marxismo, entendido como un método de orientación
social, por lo que rechazaba lo que él llamaba la posición
"talmudista" del marxismo, por su espíritu dogmático y de mera
aplicación de conceptos teóricos abstractos. Es marxista, pero, según sus
propias palabras, "la peor manera de responder a nuestra misión
revolucionaria es caer en la exégesis simple de los viejos textos sagrados o en
la imitación servil de la estrategia extranjera".
Respecto de la estrategia
partidaria, Ampuero enfrentó el ineludible desafío de tener que referirse al
concepto de "revolución democrática burguesa" que enarbolaba por
entonces el PC de manera frontal, y concluyó que América Latina no reclamaba
una revolución democrática burguesa, pues las burguesías del continente
carecían de independencia para desarrollar los procesos que llevaron a cabo las
burguesías de los países avanzados; las burguesías latinoamericanas ya eran por
entonces tributarias del imperialismo. Con relación a ello señaló: "Yo
diría (...) categóricamente(...) que si por revolución democrática-burguesa
entendemos una revolución conducida por la burguesía, para extender los
derechos populares, para crear un estado verdaderamente nacional, para hacer
trizas los moldes de la economía terrateniente (...) ningún país
latinoamericano está en víspera de vivirla".
Lo anterior hacía que "la
revolución socialista" estuviese en el primer punto de la agenda, y para
ello era necesaria "la existencia de un partido con plena conciencia de
sus metas políticas, de su carácter de agente de la transformación y cuya
organización y régimen interno le permiten operar como un factor de comando
sobre la masa trabajadora en su conjunto". Para Ampuero, ese partido era
el Partido Socialista, y advertía que frente a las dimensiones de sus desafíos
y ante la posibilidad de las clases dominantes rompieran su propia legalidad:
"Si el Partido desea cumplir
cabalmente con su rol histórico, deberá agotar el examen del significado de la
violencia en el curso de los acontecimientos chilenos. Cualquiera que sea, y
ello dependerá de condiciones históricas y sociológicas concretas, su presencia
en nuestras luchas políticas parece ineludible y sería un pecado de leso
optimismo el suponerla ajena a las tradiciones de nuestras clases dominantes y
una ingenuidad imperdonable incurrir en la idealización de los instrumentos
electorales.
En el marco de una fuerte polémica
con la dirección del Partido Comunista de Chile, con motivo de la celebración
de los 30 años del Partido, Raúl Ampuero intervino en un seminario organizado
al efecto con una ponencia que profundizaba las concepciones rupturistas y que
permitían avizorar en el horizonte grandes definiciones partidarias. En
"Los distintos caminos hacia el socialismo" Ampuero formuló, tal vez,
el más elaborado análisis para el ideario, contenido y extensión del
pensamiento socialista en la primera mitad de la década de 1960.
Luego de pasar revista a los
problemas internacionales del socialismo, entre los cuales formuló un lúcido
análisis de los movimientos anticoloniales y de liberación nacional y al
creciente conflicto chino-soviético, el Secretario General enunció las que a su
juicio eran las grandes cuestiones del socialismo contemporáneo, todas
fuertemente críticas del ordenamiento del "campo socialista":
El primero de ellos eran los
problemas de la unidad de las fuerzas revolucionarias. Es decir la necesidad de
integración del movimiento socialista en un sistema democrático de coordinación
política, estratégica e ideológica, sobre la base del respeto a cada uno de los
partidos y a cada una de las experiencias y abordar con objetividad científica
las denominaciones de "sectarismo" y "revisionismo".
La segunda, se relacionaba con el
tema de los métodos de lucha. O sea, análisis de la concepción de la revolución
y de la reforma, la combinación de los medios legales e ilegales de lucha, en
su valorización nacional y como alternativas posibles para América Latina.
En tercer término, hizo referencia a
los problemas ideológicos. Entre ellos la coexistencia pacífica y la lucha de
clases, y sus implicaciones conexas de paz y desarme, y la concepción de la
guerra de liberación nacional como una guerra justa, porque un clima de
convivencia pacífica en el plano universal, un aflojamiento de las tendencias
internacionales, no sólo no obligaban a renunciar a la lucha por los cambios
sociales en el seno de cada país, sino más bien "ella puede tener un
renovado impulso al librar a los partidos y movimientos del peso de la
polarización de los bloques y de las amenazas de la guerra internacional".
También se refirió a la importancia de analizar cómo en una sociedad socialista
por el sólo hecho de establecer un gobierno revolucionario no se resuelven
automáticamente todas las contradicciones, y la necesidad de enfocar, entonces,
los asuntos del Estado, el capitalismo de Estado y el burocratismo, dentro de
una sociedad básicamente socialista.
Otro de los temas discutidos por el
líder socialista fue el concepto de dictadura del proletariado. Es decir,
plantear la dictadura del proletariado como democracia de trabajadores, pues
dentro de las tradiciones socialistas y en el espíritu de Marx y Engels se
encuentra la idea de que la dictadura revolucionaria del proletariado debe
desembocar en la amplia democracia de los explotados. Por ello "la
experiencia stalinista ha demostrado la necesidad de establecer instrumentos
institucionales democráticos en el Estado obrero, que neutralicen las
tendencias represivas".
Otros tres problemas llamaron la
atención de Ampuero; la propiedad nacionalizada; las relaciones de intercambio
entre naciones socialistas y problemas del desarrollo económico socialista y,
por último, los problemas políticos. Especialmente aquellos que se relacionaban
con el estudio de los instrumentos institucionales democráticos del gobierno
revolucionario, y en especial, la creación de instituciones que mantuvieran la
conexión entre el interés político y social de las masas trabajadoras y los
objetivos de su gobierno revolucionario, poniendo atención a la concepción del
partido aislado y sólo, como único intermediario entre la voluntad política de
las masas y el Estado, o las ideas de un partido como centro y columna
vertebral de una más amplia organización de instituciones, movimientos y
personas.
Por aquellos días ya soplaban los
aires del "efecto cubano" y el Partido, como es sabido, no estuvo
ajeno a su influencia, sino que por el contrario, la experimentó intensamente.
Pero tampoco el Partido estuvo ajeno a las implicancias del cisma
chino-soviético. En su informe al XX Congreso, febrero de 1964, el Secretario
General manifestó:
La crisis chino-soviética,
principalmente, pero también el embrujo romántico de las acciones guerrilleras
en otros escenarios o la demagogia irresponsable de algunos aventureros,
constituyen los ingredientes básicos de quienes pretenden fundar una nueva
agrupación política, que dispute el campo a socialistas y comunistas. Nada
tendríamos que objetar si se conforman con reclutar adeptos limpiamente,
rivalizando con nosotros a la luz del día; pero no es así, las expectativas
están puestas en la previa destrucción del Partido Socialista.
El momento decisivo en la
trayectoria socialista hacia una concepción insurreccional tuvo lugar en torno
a la realización del XXI Congreso en junio de 1965 y está marcada por la
tercera derrota electoral de Salvador Allende como candidato presidencial, los
reordenamientos en el seno de la izquierda y el desafío DC en cuanto a partido
con actividad de masas. Fue en ese Congreso, realizado en Linares, en que el
Partido radicalizó sus planteamientos teóricos, y dejó abierto el camino y
dadas las condiciones para que dos años más tarde, en Chillán, se adoptara la
"vía insurreccional".
Las discusiones de ese Congreso
tuvieron como base una tesis política elaborada por una figura partidaria
emergente que tuvo una gravitación importante en la vida interna del Partido
hasta 1973, Adonis Sepúlveda Acuña, en la que realizó un recuento del devenir
partidario desde el Congreso de unidad de 1955. Sin embargo, su
eje principal lo constituyó su análisis del estado en que quedó el movimiento
popular después de la elección de septiembre de 1964; en él, nuevamente los
fantasmas del reformismo y la colaboración de clases comenzaban a rondar al
socialismo chileno:
La no conducción de la lucha social
hacia un enfrentamiento decisivo de clases y su orientación exclusiva por la
vía electoral, presentando ese camino como una etapa de la revolución chilena,
dejó a ésta sin otra posibilidad que el triunfo en las urnas. El fracaso la
dejó sin salida momentáneamente, provocando un cambio en el estado anímico y en
el sentido del movimiento de masas: su reflujo político.
Sin embargo, el proceso de la
revolución no se rompió con la derrota. Su desenlace ilegítimo -que no llevó a
jugarse a la clase y sólo desgastó sus energías en luchas insustanciales-
permitió que sus fuerzas quedaran con sus cuadros vivos y combatientes.
El problema era ahora la definición
del objetivo estratégico en pos del cual había que invertir todo "este
capital político, puesto nuevamente en marcha hacia la toma del poder como
objetivo de fondo, depurado y orientado sin debilidades ni vacilaciones hacia
su meta histórica, debe culminar ineludiblemente en el triunfo del
socialismo".
El problema creado por la emergencia
de la Democracia Cristiana como fuerza política popular de masas, y su política
de "Revolución en Libertad", obligaba al socialismo a perfilarse de
manera más clara, de tal manera que los llamados desde el centro no tuvieran
eco en las filas partidarias; a los socialistas estos no pueden hacernos dudar
de la vigencia de nuestros postulados básicos. No hay ni puede haber una sino
una revolución: la que lleve al poder a la clase obrera y al pueblo para
realizar a través de un solo proceso las tareas incumplidas de la revolución
democrático-burguesa y la revolución socialista.
Desde ese punto de vista, las tareas
de los socialistas eran claras y representaban trascendentes desafíos, pues:
"nuestra perspectiva sigue
siendo la toma del poder, aunque este objetivo no esté a la orden del día en lo
inmediato por las condiciones actuales que han cambiado la característica y el
ritmo de la lucha. Dentro de esta perspectiva, las tareas presentes de los
partidos de vanguardia son por un lado, la reconquista de las masas...y por
otro, impulsar la lucha del pueblo desde su nivel actual hacia una salida
revolucionaria que culmine con la toma del poder (...)".
En esa perspectiva tampoco era
plausible un entendimiento con el centro radical, e igualmente era considerado
funesto continuar alimentando agrupaciones minúsculas, seudo izquierdistas a
las que calificó como a "verdaderos despojos de la burguesía". Sería
fatal forjar nuevas ilusiones en las masas; por lo tanto, junto con agilizar la
organización del movimiento popular, incluida la Central Única de Trabajadores,
el Partido debía afianzarse de nuevo en las masas con una política de contornos
precisos y definidos.
Tal postura significaba reafirmar la
vigencia de la línea estratégica establecida en 1957, pero a la vez revisar los
contenidos de la alianza con el PC. Al respecto, en cuanto al FRAP, el
documento de Adonis Sepúlveda planteó que:
Como expresión de la línea de Frente
de Trabajadores, debe constituirse en un efectivo Frente de Clase, que prepare
con un sentido revolucionario el nuevo ascenso del movimiento popular. Una
política de este orden implica resolver las diferencias que neutralizan la
acción de los partidos obreros, para dar paso a una perspectiva estratégica
común elaborada en franca y abierta discusión. Porque mientras se mantenga la
actual correlación de fuerzas dentro del movimiento popular, la consecución de
objetivos revolucionarios de la clase obrera sólo será realidad si la
conducción del movimiento no significa dos líneas divergentes, ni menos una
orientación supeditando a la otra. La unidad socialista-comunista ha
significado, en los hechos, dos puntos de vista que han chocado en momentos
trascendentales o se han impuesto subrepticiamente. No obstante estos
obstáculos paralizantes, ha sido la unidad de clase, la unidad socialista-comunista,
la que ha permitido la formación orgánica del movimiento popular y ha impulsado
su desarrollo. Esta premisa sigue siendo válida, pero por los propios
resultados de la estrategia seguida como por la experiencia ganada con las
actuales formas de entendimiento, necesitamos elevarla a un plano distinto en
el cual los objetivos y la estrategia común no impidan la configuración
política propia de cada partido. La unidad socialista-comunista sigue siendo
valedera y está en la esencia de la línea de Frente de Trabajadores, pero no
unidad por la unidad, sino unidad para preparar el camino de la revolución y
consumarla.
Y a continuación planteó la tesis
que llevaría a los Socialistas a elaborar la polémica resolución del Congreso
de Chillán, dos años más tarde:
"Nuestra estrategia descarta de
hecho la vía electoral como método para alcanzar nuestro objetivo de toma del
poder. ¿Significa esto abandonar las elecciones y propiciar el abstencionismo
por principio? Debemos clarificar este problema sobre el cual, consciente o
inconscientemente, se hace tanta oscuridad. Un partido revolucionario, que
realmente es tal, le dará un sentido y un carácter revolucionario a todos sus
pasos, a todas sus acciones y tareas que emprenda y utilizará para estos fines
todos los medios que permitan movilizar a las masas...Afirmamos que es un
dilema falso plantear si debemos ir por la "vía electoral" o la
"vía insurreccional". El Partido tiene un objetivo, y para alcanzarlo
deberá usar los métodos y los medios que la lucha revolucionaria haga
necesarios. La insurrección se tendrá que producir cuando la dirección del
movimiento popular comprenda que el proceso social, que ella misma ha
impulsado, ha llegado a su madurez y se disponga a servir de partera de la
revolución. No podemos predecir la forma concreta que adquirirá en el futuro la
insurgencia de las masas (...) En la nueva etapa de la Revolución Chilena, el
Partido Socialista tiene una nueva posibilidad de poner a prueba su condición
de vanguardia revolucionaria de la clase, impulsando todas las iniciativas de
las masas, desatando sus energías revolucionarias y convirtiéndose en campeón
de sus luchas reivindicativas inmediatas y su liberación definitiva
(...)".
Además el Congreso partidario
acordó, por una parte, redoblar sus esfuerzos por afianzarse en las masas, y
por otra, en el plano interno, experimentó un giro trascendental al adoptar el
"leninismo". A partir de entonces, y de acuerdo con el mandato del
XXI Congreso, se abocó a:
1º Planificar metas y tareas
dirigidas a mejorar el rendimiento interno partidario en todos sus niveles de
trabajo.
2º Impulsar una actividad política y
doctrinaria destinada a recuperar los perfiles propios del Partido.
3º Sacar al PS de su aislamiento
internacional.
Con relación al primer punto, el
desafío era mayor y se declaró 1966 el "año de la organización". En
el Pleno Nacional de marzo de ese año se acordó celebrar una Conferencia
Nacional de Organización, la que se desarrolló en Santiago en agosto, a la cual
concurrieron delegaciones representativas de 33 comités regionales, y miembros
acreditados de las diferentes brigadas y frentes.
La Conferencia replanteó los
principios orgánicos y modificó los Estatutos de acuerdo con lo cual el Partido
se transformó en una organización marxista-leninista de cuadros revolucionarios
para realizar una política de masas. La estructura orgánica también fue
modificada de manera tal que respondiera adecuadamente a los mayores
requerimientos de la línea política cada vez más inclinada a la vía
insurreccional Nº 79, agosto de 1967.
Los grandes líderes de la renovación
Básicamente la generación que se
hizo cargo del partido en 1947, y en este sentido Raúl Ampuero jugó un rol
decisivo. Él, Adonis Sepúlveda, Clodomiro Almeida, Iván Núñez y Julio Cesar
Jobet fueron los inspiradores intelectuales y políticos de una experiencia que
marcó una de las etapas más fascinantes del Partido Socialista de Chile.
En menos de una década, el Partido
había experimentado una transformación teórica y orgánica trascendente, al
punto que aún hoy es motivo de polémicas. Ese tránsito, los Socialistas
chilenos lo iniciaron a través de sus propios análisis, antes del triunfo del
Movimiento 26 de Julio en Cuba, pero sin duda que el desarrollo de la revolución
en ese país jugó un rol importante, más no determinante, en la radicalización
del Partido Socialista de Chile.
La radicalización e izquierdización
del Partido Socialista de Chile, fue un proceso que se originó en sus propias
crisis internas y que se gestó con el recambio generacional en su dirección
desde fines de la década de 1940. Ese proceso, en gran medida, estuvo
determinado por la frustración que generó al interior de la organización
fuerzas centrífugas y pugnas internas que le levaron al borde de la extinción
en 1946.
La frustración de los socialistas
chilenos luego de ocho años de colaboración en gobiernos encabezados por el
Partido Radical tuvo altos costos políticos, que se expresaron no sólo en
divisiones y la partida de líderes históricos, como fue el caso de Marmaduke Grove,
sino en una vertical caída en el apoyo electoral que había logrado en sus
primeros años de existencia, que se prolongó por algo más de una década.
También esa crisis llevó al socialismo chileno por caminos divergentes en
cuanto a las alianzas políticas que desarrollaron los principales sectores en
que se verificó su división. Así, en 1952 mientras el grueso de los socialistas
se plegó a la candidatura presidencial populista de Carlos Ibáñez, el sector
minoritario, encabezado por Salvador Allende, inició una política de alianzas
con el Partido Comunista de Chile, en su primera candidatura presidencial, que
se prolongó hasta, por lo menos, 1976.
En alguna medida, ello reflejó las
contradicciones socialistas por el próximo cuarto de siglo, pues mientras las
resoluciones de sus congresos empujaban cada vez más a la organización a
posturas y posiciones radicales que culminaron en las resoluciones del Congreso
de Chillán de 1967, el Partido siguió participando con entusiasmo en las
contiendas electorales, ya fuesen ellas municipales, parlamentarias o
presidenciales.
El doble discurso partidario tuvo un
costo importante para el Partido, en la medida en que su retórica
revolucionaria generó al interior de la organización fuertes tendencias, que se
alejaron cada vez más de la lógica de la política parlamentaria, mientras que,
por otra parte, sus diputados y senadores jugaron un rol protagónico mayor. Las
repercusiones de esa tensión estratégica tuvieron su máxima expresión luego de
la tercera derrota de Salvador Allende en la elección presidencial de 1964.
En 197l, en el XXlll Congreso
desarrollado en La Serena, se profundizan las tesis sobre la vía insurreccional
y se refuerza la doctrina de inspiración Marxista sobre la defensa del gobierno
popular. Como vemos, el proceso de evolución en la concepción de la
insurrección como única vía para lograr el cambio social y la base para la
construcción del Socialismo, en el caso del Partido Socialista, solo adquiere
connotaciones reales y objetivas a partir del Congreso de Chillán.
Posteriormente, en Linares se refuerzan los conceptos de revolución y salida
insurreccional. En La Serena, el Congreso acuerda por amplia mayoría y dentro
de esta lógica, crear como orgánica partidaria: El Frente Interno, estructura
que será la encargada del trabajo hacia las Fuerzas Armadas, Sistema de Inteligencia y Contrainteligencia, Grupos
de Apoyo Operativo, De Protección al Presidente de la República, y el Aparato
de Agitación y Propaganda. Esta estructura partidaria quedará a cargo de los
Compañeros Arnoldo Camú y Exequiel Ponce, a quienes el Congreso elige. De esta
forma, en 1971 período pleno en el ejercicio del Gobierno Popular, el Partido
Socialista tenía una doctrina claramente revolucionaria en la concepción del
momento histórico, una estructura que obedecía a la doctrina Marxista del
partido revolucionario, todo esto, producto de un largo proceso evolutivo y
democrático, determinado por Congresos regulares, donde el sentimiento popular
y revolucionario quedó expresado en lo que fue la línea, estrategia, y doctrina
de los socialistas, de tal forma, las tendencias, disidencias, conductas
revisionistas y traiciones, por supuesto, no obedecen al Partido Socialista,
que los hechos históricos y la realidad del pueblo construyó.
El Ejército de Liberación Nacional y El Partido Socialista
La dinámica del cambio revolucionario expresado en el proceso de evolución,
descrito más arriba, que vivió el Partido Socialista a partir de 1955, motivado
por el proceso interno del país, y profundamente por el cambio en el equilibrio
de fuerzas provocado por la Segunda Guerra Mundial y los fenómenos nacionales
de liberación de los pueblos, en amplios sectores de la humanidad, generaron
una influencia determinante. El fenómeno de la descolonización de amplios
sectores geográficos del mundo, como: La India en 1948; En África: Argelia y
Palestina 1952-1962; En Asia: Corea, Vietnam, Indonesia, Camboya 1945-65; China
1948; La consolidación de la URSS 1947. En América: La revolución Mexicana
1910-1917; Nicaragua, Sandino 1926-1932; Salvador, Farabundo Martí 1932;
Brasil, Movimiento Social de Juan Carlos Prestes 1931; Chile, Republica
Socialista de Grove, 1932. Provocan un impulso determinante en la lucha revolucionaria
en el mundo y en América Latina y generan un cambio sustancial en las
condiciones objetivas y subjetivas de la posibilidad revolucionaria en todo el
continente.
La determinación de los pueblos Latino Americanos de varios países en la
década de 1960 a 1970, de iniciar procesos de liberación nacional por la vía
revolucionaria insurreccional, está fundada principalmente por el triunfo de la
Revolución Cubana en 1959, la cual, por su ejemplo y por su contribución
solidaria hace posible el anhelo emancipador en: Colombia; Venezuela; Perú;
Brasil; Nicaragua; Brasil; Guatemala; Argentina; Uruguay.
En este contexto histórico del cambio revolucionario continental, se
permean instituciones propias de la estructura de poder burgués, como las
fuerzas armadas, las cuales son traspasadas por el sentimiento del cambio,
iniciando procesos de claro corte nacionalista revolucionario, como: Panamá,
Omar Torrijos; Guatemala, Turcíos Lima; Perú, Velasco Alvarado; Bolivia, Juan
Jóse Torres. También producto del sentimiento de cambio que avanza por el
continente, surgen procesos de Nacionalismo Populista como alternativa, en
países como: Brasil, Janio Cuadros; Argentina, Cámpora y Perón; Ecuador,
Velasco Ibarra.
En Estados Unidos, la crisis provocada por la extensión de la guerra en
Viet Nam y los negativos resultados en el desarrollo de esta, y los graves
conflictos interraciales internos, más, el fracaso de la estrategia de
dominación desarrollista para América Latina llamada “Alianza para el progreso”,
crean condiciones objetivas para pasar a niveles superiores de lucha
emancipadora en la parte sur del continente.
En Europa, los primeros síntomas de crisis capitalista de los estados de
bienestar, aplicados por la Socialdemocracia europea, empezaban a generar los
primeros conflictos político sociales de lo que sería Mayo de 1968 en Paris, y
sus consecuencias posteriores.
En este marco, donde los equilibrios de fuerzas cada vez son más
desfavorables a los intereses del Imperialismo Capitalista, donde la
agudización de la lucha ideológica había cautivado las conciencias de buena
parte de la humanidad, se decide por parte del Alto Mando Cubano, el inicio de
las acciones de liberación del Cono Sur de América, para lo cual, por sus
realidades geopolíticas y estratégicas es elegida Bolivia, como
centro del inicio de las operaciones, para lo cual, se coordinan las acciones
con el Partido Comunista Boliviano, al cual, se le capacitan militarmente 100
cuadros, los cuales, son adiestrados a nivel de comandos militares, se le
entregan 200 mil dólares a su Secretario General Mario Monge para compra de
pertrechos y recursos para compra de un amplio predio agrícola, de esta forma,
se funda el Ejercito de Liberación Nacional de Bolivia, y se designa como su
primer Comandante a Ernesto Guevara (Che). El plan de operaciones contemplaba
crear Secciones del ELN en Argentina, Perú y Chile, las cuales, cumplirían los
roles de apoyo logístico, comunicaciones y dotación de cuadros militares. En el
caso de Chile, el Che estando aún en Cuba, encarga esta acción de crear la
sección chilena, a su compañero en el Banco Nacional de Cuba: Jaime Barrios
Meza, ex Comunista, quién en cumplimiento de esta instrucción viaja a Chile y
toma contacto con las organizaciones políticas locales con el objeto de
comprometerlas en los objetivos del plan liberador, solamente es acogido por un
sector del Partido Socialista, concretamente por Elmo Catalán, quien lo
contacta con Arnoldo Camú, dando inicio a lo que será la sección chilena del
ELN, en ese primer momento, es incorporada: parte de la Brigada Universitaria
Socialista, con Beatriz Allende, Eduardo Paredes, Domingo Blanco; Jaime Sótelo,
sobreviviente de la masacre del Salvador; Manuel Matamoros N., Presidente de la
Federación Bancaria de Chile y parte de la directiva de esta central sindical y
muchos más connotados dirigentes políticos y sociales, todos de militancia
Socialista, incluido el que escribe este análisis histórico, para los cuales no
existía, a ese momento (1966) contradicción alguna entre la línea política del
Socialismo Chileno y el objetivo liberador de un pueblo hermano americano,
nuestro sentimiento profundamente latinoamericanista nos obligaba a
comprometernos en esta lucha.
El desarrollo de la lucha en Bolivia muchos de nosotros lo conocemos, la
acción liberadora fracasa por las graves contradicciones de la izquierda
boliviana, por la traición del Secretario General del Partido Comunista
Boliviano, quién niega su apoyo al ELN, antes ofrecido, quién no entrega el
contingente de comandos revolucionarios entrenados para tal efecto, quién se
roba los recursos entregados y manda a su familia a Rio de Janeiro por razones de
seguridad, lo que motiva que dos miembros del Comité Central: Inti y Coco
Peredo, renuncien a ese partido y se integren a la guerrilla. Nosotros, la
sección chilena, cumplimos con nuestro mandato, el apoyo logístico siempre
estuvo en tiempo y lugar, anecdóticamente: con increíble esfuerzo, llevamos
desde Chile equipos de comunicación Thomson entregados por el ELN argelino; no
solo dotamos de equipos y pertrechos a la lucha guerrillera, sino, también de
combatientes revolucionarios chilenos, que ofrendaron su vida por la gesta
emancipadora del Che en Bolivia, hoy héroes olvidados. Vaya hacia ellos nuestro
homenaje y recuerdo.
La acción de apoyo logístico en lo material y político, de la sección
chilena del ELN, siempre estuvo presente: Después de Ñancaguazú, nuestro rol
siempre fue cumplido, refugio y protección clandestina a Coco e Inti Peredo acá
en Chile, por largo tiempo, después de Teoponte, apoyo a los detenidos y a las
víctimas de la represión, labor que estuvo a cargo del Compañero Salvador
Allende G., como Presidente de Olas y del Senado chileno.
El deber de todo revolucionario es hacer la revolución, fundados en esa
premisa, muchos chilenos socialistas, pensamos que dadas las condiciones en 1966,
cuando fuimos convocados, no creábamos contradicción alguna al incorporarnos a
la lucha guerrillera del Che en Bolivia. Las condiciones, del punto de vista
doctrinario, habían evolucionado en el socialismo chileno, Chillan después
ratifica esto, que es profundizado en Linares y La Serena. La concepción de un
partido Marxista Leninista, el método de análisis de la realidad y los acuerdos
de sus Congresos no creaban contradicción alguna con los objetivos de la lucha
guerrillera cuyo fin era la revolución.
Cuando Allende accede al poder burgués en 1970, sabíamos perfectamente a
quien nos enfrentaríamos: A la Burguesía y al Imperialismo, la aplicación del
programa propuesto a los chilenos planteaba este enfrentamiento. Nuestros
aliados eran desde el punto de vista de nuestra tesis: Los trabajadores,
manuales e intelectuales, un Gran Frente de Trabajadores, que debía formarse
para apoyar la aplicación del programa y consecuentemente defender al gobierno
popular. La dinámica social que genera la aplicación del programa a Octubre de
1972: Nacionalización de la Banca Privada, Nacionalización del Cobre y las
riquezas básicas, aplicación de las 40 medidas etc. (…) Genera, un profundo
proceso de polarización que descarta la otra tesis en el seno de la Izquierda,
cual era, la creación de un Movimiento de Liberación Nacional, apoyada por el
Partido Comunista y los sectores reformistas de la UP, pues la polarización en
el polo político opuesto, alió a la burguesía DC y otros sectores con la
Derecha y los intereses Imperialistas, esta sería, la contradicción en la
izquierda chilena, que determina el fracaso del proceso. El programa de la UP
proponía crear las bases para la construcción del Socialismo por la vía democrática,
por tanto, la tesis de la “Revolución Democrática Burguesa” de los Comunistas y
reformistas, era extemporánea, ya había fracasado en Chile. Frei, los
Democratacristianos, con su “Revolución en Libertad” representaban eso, que los
chilenos rechazaron en 1970.
El plan de la burguesía y el imperialismo contra el régimen que se inicia
en 1970, empieza improvisadamente con acciones de boicot del gobierno de Frei
Montalva, a cargo del Ministro de Hacienda Andrés Zaldívar, Frei exige
garantías especiales al Presidente que asume, y desemboca, en el asesinado del
Comandante en Jefe del Ejercito Don René Schneider, organizado por la
ultraderecha aliada a sectores del ejercito.
Durante 1971, el programa del gobierno popular se aplica profundizándose a
áreas de la economía no contempladas en el proyecto original, fundamentalmente,
empujadas por la lucha de clases de un pueblo trabajador que identificaba a
este, como su gobierno, las elecciones municipales se desarrollan y entregan un
amplio triunfo a la UP con un 50% de la votación, este resultado electoral
plantea por primera vez en Chile el término de los 3/3 y nuevamente echa por
tierra la tesis del Frente de Liberación Nacional, al desahuciar cualquier
posibilidad de alianza con la burguesía al situar a esta, cada vez más a la
derecha, generando ya a ese momento, las condiciones para un plan con claro
perfil desestabilizador al Gobierno. En estas condiciones de radicalización del
proceso, se configura el plan del sector opositor: Primeramente, se buscará la
generación de conflictos sociales artificiales; Se creara crisis de
desabastecimiento; Se organizaran a los sectores empresariales de la burguesía
para que organice paros en el país, Octubre de 1972; acciones Terroristas a
cargo de la Ultra Derecha etc. (…). Este plan, ya en una clara alianza política
entre la Derecha y la Democracia Cristiana, tenía como objetivo en Diciembre de
1972, la destrucción de la imagen nacional e internacional del Gobierno de
Salvador Allende, para enfrentar las elecciones de Marzo de 1973, donde
pretendían obtener los 2/3 del quórum parlamentario, y acusar
constitucionalmente al Presidente. El plan fracasa, ya que la UP obtiene en esa
elección el 44% de la votación, obligando a la alianza opositora a pasar
decididamente al plan golpista contra el régimen, ya a ese entonces, con claro
asesoramiento del Departamento de Estado de EEUU y la CIA.
Durante la crisis de Octubre de 1972, el Presidente incorpora a las FFAA al
gabinete, en esto queremos ser claros: La figura de Carlos Prats González, era
suficiente garantía de profesionalismo militar y respeto a la
institucionalidad. Asimismo, a otros miembros del alto mando militar, cuestión
que quedó clara después del golpe: Prats renuncia por falta de apoyo del
gobierno, Sepúlveda Galindo Director de Carabineros, es conminado a renunciar
el mismo día 11 de Septiembre, así como Montero en la Armada, solo Ruiz Danyau
de la Fach ofrece un caso especial, pues era Democratacristiano. Altos mandos
de las FFAA son incorporados a la gestión de gobierno, este fenómeno los hace
tomar parte y conocimiento de los problemas que estaban ocurriendo y sus
causas, además, los informes de los servicios de inteligencia les informaban de
la acción del golpismo que ponía en riesgo la estabilidad institucional del
país. Esta cuestión de la mayor importancia, decide al General Prats a diseñar
un Plan de Defensa de Santiago, que
tenía como objetivo defender la legalidad y la constitucionalidad, para esto,
se hizo asesorar en lo que respecta a fuerza civil e infraestructura, por
Comisiones especiales ya contempladas en la estructura del Partido Socialista,
y elegidas en el Congreso de La Serena. El Plan consistía simplemente en
constituir zonas liberadas, que por su realidad en infraestructura, fuerza
civil, infraestructura militar institucional, ofrecieran garantías estratégicas
para defender al régimen, con una respuesta insurreccional en defensa del
Estado, así operaba la dialéctica del plan.
La asonada golpista del 29 de Junio de 1973, pone a prueba el ascendiente
del general Prats sobre la tropa, contra todas las especulaciones que se han
tejido en torno al carácter de esta aventura golpista.
Este día, 29 de Junio de 1973, es una fecha hito dentro de nuestra
historia, las FFAA chilenas, en la
mañana, abortan la aventura golpista del sector cívico militar que atentaba
contra el régimen y en la tarde el pueblo de Santiago, brinda a su gobierno, el
más grande apoyo en una movilización histórica que duró horas, fue en ese
momento, que el régimen debió descabezar al golpismo cívico militar y evitar la
barbarie que empezaría a asolar a Chile dos meses después.
Nuevamente, son las contradicciones de la izquierda, esta vez de la chilena,
las que provocan las condiciones para que se desate el plan golpista. Prats,
renuncia por falta de apoyo de la UP, sin él, nada garantiza lo que ocurrirá,
así lo entendieron los golpistas quienes concentran la acción en su contra y lo
obligan a tomar esta decisión, un año después, lo asesinan en Buenos Aires. La
suerte que corrieron los otros sectores de las FFAA más comprometidos con el
proceso, la conocemos, en la Armada, 75 suboficiales fueron cruelmente torturados antes del golpe y
mantenidos en prisión por largo tiempo, igual suerte, tuvieron 115 miembros del
Alto mando y suboficiales en la Fach, Comandantes de regimiento en el Ejercito,
en Carabineros etc. (….)
Este error estratégico incalificable, motivado como dijo Ampuero años
antes, por el Talmudismo sectario y dogmatico de un Fundamentalismo fanático, que
solo y obsecuentemente, quiso reproducir experiencias de otras realidades
históricas fracasadas y otras culturas, posibilitó el golpe de estado en Chile.
También y claramente, los sectores reformistas del partido Socialista, quienes
nunca cumplieron los acuerdos de los Congresos del Partido, a partir de Chillán,
cayendo en fraccionalismo estériles, tendenciales sin fundamento, pues sus
posiciones solo representaban caudillismo, debilitando al Partido. Años
después, los hechos históricos darían la razón a este argumento: Los
Socialismos de Estado son rechazados por las sociedades victimas de ellos y el
Socialismo chileno, cae en un revisionismo traidor y oportunista, adjurando de
lo que es el Socialismo chileno, ese que
está plasmado en la figura de Allende.
El período que va entre la asonada golpista del 29 de Junio y el 11 de
Septiembre de 1973, está fielmente reproducido en la Carta del 5 de Septiembre
de 1973, que los trabajadores chilenos organizados en Cordones Industriales,
envían al Presidente de la Republica, es clara y categórica en ratificar el
apoyo al gobierno popular, en su ánimo de defensa de los derechos y la cuota de
poder obtenidos hasta ese momento, denuncian los atropellos de que están siendo
víctimas, de cómo allanan sus casas, sus trabajos, de cómo crean terror, de
cómo desarman al pueblo, nada se hace, ya nada había que hacer, el 23 de Agosto
de ese año, el Senado manejado por Frei y Aylwin acusa de ilegalidad al
Presidente, creando los argumentos para el golpe de estado.
Contrariamente a lo orquestado en la Institucionalidad golpista del Estado,
el pueblo participe en la gestión de gobierno, había adquirido tal nivel de
conciencia, organización y lucha, que la denuncia y propuesta formulada en la
mencionada Carta de los Cordones Industriales, pasa a tener el carácter de
mandato al Presidente de la República, él cual así lo entiende, y decide llamar
a un Plebiscito.
La crisis que se había producido por
la falta de gobernabilidad de la UP, producto de sus graves contradicciones
internas, había desembocado en esta paradoja: Teníamos Plan de Defensa de la
Institucionalidad, pero no teníamos al Comandante para implementarlo, Prats
garante de este plan, había renunciado el 20 de Agosto; Teníamos a la fuerza
civil para coordinar con la fuerza militar leal, los Grupos Operativos y los
Grupos de Inteligencia del Partido Socialista estaban insertos en el Plan
General; Y lo más importante, teníamos a un pueblo decidido a defender hasta
las últimas consecuencias a su gobierno.
Los detalles y pormenores de lo ocurrido el 11 de Septiembre aquel, son
conocidos, solo me referiré a los antecedentes que han sido premeditadamente
silenciados. Todos conocíamos la decisión del Presidente Allende de no
abandonar la Presidencia antes de cumplir su mandato, sabíamos que iba a cumplir su palabra, lo
conocíamos. Teníamos un plan de defensa de la institucionalidad, trunco, sin
comandante de la fuerza militar, pero sí de la fuerza civil: Arnoldo Camú;
teníamos el contingente civil adiestrado y equipado; teníamos a los equipos
sanitarios; teníamos la zona a liberar: la zona sur de Santiago, por sus
características de densidad poblacional, concentración de industrias
metalmecánicas que permitían la fabricación de equipo; y teníamos las mejores
estructuras de organización obrera: los Cordones Industriales de Vicuña
Mackenna, San Joaquín y Cerrillos; y además, teníamos la decisión de defender
junto a nuestro Presidente, la legalidad de su mandato y los derechos del
pueblo.
La operación de defensa, se tornaba difícil, pues la fuerza militar
institucional a esa hora (7.30 A.M.) no aparecía clara en su posición, si
sabíamos del alzamiento de la Armada, El Siglo en su edición a primera hora, en
grandes caracteres llamaba al pueblo a la defensa del Gobierno, fuimos
convocados a primera hora por parte de Comité Central, al estadio Cormu en San
Joaquín, donde estaban presentes los compañeros: Carlos Altamirano, Adonis
Sepúlveda, Exequiel Ponce, Rolando Calderón y Arnoldo Camú, se nos entregaron
los equipos y se nos señaló nuestro lugar de combate, el contingente reunido en
ese lugar fue de 120 a 140 hombres, los cuales inmediatamente se dirigieron en
columna motorizada hacia la industria Indumet, en esta industria especializada,
a esa hora ya se estaba fabricando equipo militar por parte de sus 200 obreros
dirigidos por su interventor, el compañero Ponce ingeniero ecuatoriano,
salvajemente asesinado, también se encontraba reunido el equipo sanitario a
cargo de la Compañera Celsa Parrau esposa de Camú.
El primer objetivo que se define una vez ubicados en la zona a liberar, es
rescatar al Presidente, para lo cual, se estaba en comunicación con el
Compañero Paredes (Coco) ubicado en la Moneda y todo indicaba que la decisión
de Allende, en ese momento, concordaba con el objetivo señalado.
Es una reunión trascendental, acordada previamente, que se lleva a cabo en
Indumet, la que definirá el curso de los
acontecimientos ese día, el Partido Comunista comunica su decisión de no
defender al Gobierno Constitucional y pasar a la retaguardia en espera de la
reacción del Parlamento, pasando desde ya a la clandestinidad. Esto es
comunicado al Partido Socialista quién llevaba la iniciativa de defensa, por
Víctor Díaz y José Oyarce, miembros de la dirección de ese partido.
Con respecto a esto, debemos precisar que un mes antes, oficialmente ese
partido, había informado “que contaba con 18.000 hombres en armas” textual, un
10% de su militancia total, y además ese día en la mañana temprano “El Siglo”
llamaba al pueblo a defender al gobierno. Nuevamente, como en el caso
Boliviano, se antepone al interés de la revolución, el interés dogmatico y
sectario de una tesis fracasada a ese momento en Chile. El resto ya lo
conocemos, como los comunistas desarman la industria Sumar en ese momento,
dejando a los obreros dispuestos a luchar sin armas etc. (….)
En el caso del MIR, a esa reunión asiste Miguel Enríquez y Pascal Allende,
aceptan el plan propuesto, piden se les espere coordinar su fuerza central de
400 hombres, 80 de ellos con equipo completo.
Este hecho fundamental, es informado al Compañero Presidente, quién decide
ofrendar su vida luchando por los intereses del pueblo.
El otro hecho importante que ocurre ese día, y que lo vivimos, es la
actitud del pueblo: En Sumar, sus trabajadores, y en la población La Legua
vecina a esta industria, sus pobladores. Debemos considerar que a 500 metros de
los pobladores y trabajadores, ese día, estaba acantonada la 2º División del
Ejército, a cargo de Brady, no obstante ello, trabajadores, pobladores y
combatientes mancomunados, resistimos durante tres días el cerco y solo
levantamos la zona liberada el 13 de Septiembre.
La Legua es una de las poblaciones más antiguas de Santiago, sus orígenes
se remontan a la crisis del salitre, cuando los obreros de esta actividad,
quedan cesantes y emigran hacia Santiago, tomándose estos terrenos, es cuna del
proletariado chileno. Hoy tan estigmatizada y criminalizada, vaya hacia ellos
mi homenaje, por su tributo de solidaridad y espíritu de lucha, demostrado ese
día.
Se nos consulta por parte de los jóvenes, entendemos: ¿Qué hicimos los
Eleno-Socialistas, desde nuestros cargos, como funcionarios del gobierno
popular o dirigentes del Partido?
La lucha revolucionaria en Bolivia, el Socialismo chileno en 1970 y la
inédita posibilidad de construir las bases para hacer de Chile un país
socialista, por la vía democrática, genera en mi conciencia un fenómeno
simbiótico de retroalimentación de los tres conceptos, creo que a muchos de
nosotros nos ocurrió algo similar.
Haber sido miembro del ELN desde 1966 y militantes del Partido Socialista
desde 1964, después de la evolución que tuvo el Partido Socialista, es una
simbiosis que claramente desemboca en el fenómeno revolucionario, y la Unidad
Popular era eso: Un proceso Revolucionario, Democrático y Popular.
¿Qué hicimos?: Aplicar aceleradamente el programa de Gobierno, haciendo uso
de todas nuestras capacidades, en Marzo de 197l, habíamos recuperado todo el
sistema financiero chileno para el Estado, a fines de ese año, habíamos constituido
el Área Social de la Economía, recuperando las riquezas básicas del país, al
mismo tiempo, Coordinábamos y Asesorábamos al Área Auto Gestionada por los
trabajadores, aplicábamos un real proceso de Reforma Agraria, sin exclusiones,
considerando a nuestras Etnias originarias, con ayuda técnica y financiera, eso
a grande rasgos, en el sector de la economía. En el área de la organización
política y social, crear y apoyar una nueva concepción de organización popular,
dotándola de facultades de autogestión, luego pasarían a ser los Cordones
Industriales. Desde el punto de vista partidario, preparar al partido y
prepararnos, para el enfrentamiento que inevitablemente llegaría.
Vaya este trabajo en homenaje a los héroes olvidados, aquellos que me
acompañaron durante cincuenta años en la realización de mis sueños, algunos
construidos, y otros que, aún forman parte de mis utopías:
En Bolivia
Elmo Catalán
Tirso Montiel
Carlos Brain
Inti Peredo
En Chile:
Arnoldo Camú
Ricardo Lagos Salinas
Exequiel Ponce
Jaime Barrios
Manuel Matamoros
José Monreal Mac Mahón
Eduardo Charme
Olga Ackermann
Manuel Chacón C.
Fermín Díaz A.
Jorge Del Campo B.
Alicia Cubillos G. mi compañera de toda la vida.
Santiago, Chile, Septiembre de
2014
2 comentarios:
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